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Los abuelos, las pensiones y una crisis

Publicado por Mercedes R. el octubre 30, 2012

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¡Pobre abuelo! Había pasado la vida trabajando de sol a sol con sus manos; la fatiga nunca había vencido la voluntad de llevar el sueldo a casa para que hubiera comida en la mesa y bienestar en la familia. Pero tanto trabajo y tan prolongado se había cobrado un doloroso tributo: las manos del anciano temblaban como las hojas bajo el viento de otoño. A pesar de sus esfuerzos, a menudo los objetos se le caían de las manos y a veces se hacían añicos al dar en el suelo. Durante las comidas, no acertaba a llevar la cuchara a la boca y su contenido se derramaba sobre el mantel. Para evitar tal molestia, procuraba acercarse al plato, y éste solía terminar roto en pedazos sobre las baldosas del comedor. Y así un día tras otro. Su yerno, muy molesto por los temblores del abuelo, tomó una decisión que contrarió a toda la familia: desde aquel día, el abuelo comería apartado de la mesa familiar y usaría un plato de madera; así, ni mancharía los manteles ni rompe

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ENVELLECER

Ana María Fernández, escritora galega nacida en Palma de Mallorca, ten, no seu libro ""Amar e outros verbos" , un dos poemas máis fermosos dedicados a vellez en lingua galega, titúlase Envellecer Mira os avós. Antes eran máis grandes, máis altos, máis anchos... pero devecen coma as follas sen zume. Aseguran que o tempo é o único culpable, un furtivo que chega cos dentes afiados a cravárselles no rostro mentres dormen mentres botan farangullas ás pombas dos xardíns ou xogan coma nenos. A miúdo falan de vidas que pasaron e argallan historias, ao quentaren as mans sobre a seda dos lumes. Os avós envellecen devagar, pero ninguén pode arrincarlles o sorriso, porque gardan o segredo do futuro, máis alá dos seus ollos pequenos.

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